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14/11/2011
Celebrar el año internacional de los bosques ha sido la excusa perfecta para visitar de nuevo este imponente paraje natural que Paterna tiene el privilegio de atesorar. Acompañados por la Oficina del Parque Natural del Turia y la Coordinadora en Defensa de los Bosques del Turia, hemos tenido la oportunidad de recorrer los sinuosos caminos del bosque de la Vallesa y conocer las peculiaridades de su flora y fauna.
Entorno a los más de 30 kilómetros del rio Turia por los que se abre paso el pulmón verde de la provincia, se encuentra todo un mosaico de vegetación en diferentes estadios de regeneración. Tras el incendio de 1994, que paradójicamente facilitó la expansión del pino blanco, ahora podemos encontrar especies climatófilas como los pinos y carrascas que deben su desarrollo principalmente a la temperatura y a las lluvias, frente a otras especies que dependen básicamente de la humedad del suelo.
El bosque albergó durante muchos años otras especies invasoras como los chumberos, algarrobos o almendros, debido a la importante actividad agrícola del siglo XVII, mientras que en el XVIII la masa forestal se vio afectada por la industria maderera. Afortunadamente, en el XIX se la actividad humana abandonó los recursos tradicionales, permitiendo la recuperación progresiva del bosque y, con ello, el aumento de los incendios.
A pesar de que las llamas forman parte de la dinámica regenerativa del entorno, su principal consecuencia es la degradación del bosque y la propagación de los matorrales. Afortunadamente, la Vallesa cuenta con una amplia biodiversidad y capacidad para recuperarse mediante planes de reforestación ecológica, mientras que el río sirve de eje vertebrador y modelador del paisaje y del clima. Ello favorece la vida y la generación de gradientes que aseguran la diversidad de vegetación y fauna.
Mientras que la flora potencial del bosque es la carrasca, como muestran las bellotas encontradas en la Lloma de Betxí, el pino se ha impuesto por la influencia humana y del tiempo. Así, la carrasca la encontramos en zonas de La Pea o Vilamarxant, mientras que los sauces y los chopos acompañan la ribera del cauce.
El pino carrasco, con su característico tronco en “s”, encabeza la lista de la flora actual, junto con el margalló (palmito), boletus, el romero y la albaida sedosa, endémica de la zona, ya que es el único lugar del mundo donde se cruza junto con otras dos variantes. Así pues, la evolución de la flora puede seguir tres vertientes: de la pinada al matorral y lastonar (degradación) del carrascal al matorral y a la pinada; y de la pinada al lastonar y al matorral.
La biodiversidad de la Vallesa se completa con la fauna que conforman las ardillas, el lirón careto, el conejo, los erizos europeos o morunos, y los zorros, jinetas, urracas o, incluso, jabalíes.